Me alegra poder añadir uno genuino que me contó una compañera anoche en una cena de empresa. La empresa es de rehabilitación neurológica y ella es fisioterapeuta e (importante) yeísta. A poco de entrar en la empresa estaba con un paciente mayor, entiendo que trabajando algo de equilibrio. De todas formas, le repetía mucho la instrucción «¡Apoya la punta!» (del pie).
Y luego en vez de esa frase le salió «¡Apunta la polla!»
El paciente casi se mata de carcajadas, y mi compañera temía que le echaran, pero afortunadamente el jefe tiene sentido de humor.
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